martes, 27 de mayo de 2008

La CUENTA CORRIENTE EMOCIONAL:....!!En Números Rojos!!

Hay veces que pequeñas cosas que te pasan en un día, te ponen contenta. Y hacen que ese día……malo, o simplemente normal….se transforme en uno con buen sabor.

Tuve esa sensación, por ejemplo, hace poco en varias ocasiones, al recibir unos emails esporádicos. Una amiga mía me envío un spot en el que había trabajado, con la ilusión que yo viera, y otro amigo mío hizo lo mismo con otro spot y una foto que le apeteció compartir con la que escribe. Coincide que los dos son Sagitario.

También es nacida en diciembre otra amiga, con la que ahora por distancias físicas tengo pocos momentos, pero que se suele despedir de mí diciendo un simple… “Mkta, ja ho saps, però t’estimo molt”. Es una simple frase, pero llena.

No sé si es casualidad, pero dicen que los sagitarios son emotivos, con mucho corazón. Suelen ser algo variables, y poco constantes, pero acostumbran a saber transmitirte sus sentimientos.
No quiero hablar ahora de horóscopos, porque aunque sí me divierte el mundo zodiacal, no es el tema de este post. Sino que hoy le tengo ganas a la EMOTIVIDAD.

A raíz de un artículo que publicaba El País Semanal este domingo, APRENDA A SER AFECTIVO, de Ferrán Ramón-Cortés, pensé que es bien cierto que somos muy parcos a la hora de transmitir cariño, halagos, expresar lo que nos gusta del de al lado, y esa “sobriedad emocional” chirría aún más si lo comparamos con nuestra si gran facilidad para reprochar y hacer críticas.

Solemos, como bien dice el artículo, comunicar lo que nos separa, en lugar de lo que nos une. Triste, ¿no??

Habla el artículo de una expresión que me parece inmensa:
LA CUENTA CORRIENTE EMOCIONAL.

Funciona como una cuenta bancaria: si hago ingresos (soy amable, honesto, comunico de forma positiva y me comprometo) lleno la cuenta. Si hago reintegros (soy irrespetuoso, traiciono la confianza, critico y reprocho), la cuenta se vacía. Cuando los reintegros superan a los ingresos: ¡la cuenta pasa a números rojos!!

Y como solemos ser mucho más sensibles a los reintegros que a los ingresos, la relación nunca es proporcional, y necesitamos muchos más halagos que reproches para tener la balanza en equilibrio.

No sé muy bien porque actuamos así. El artículo opina que los reintegros, sean esporádicos (reproches que hacemos en un momento determinado porque lo creemos necesario) o sean accidentales (sin darnos cuenta), se lanzan con el buen objetivo de querer mejorar al otro.

¿Pero porque no al mismo tiempo, señalamos también las cosas buenas que esa persona tiene? ¿Por qué solo nos fijamos en sus cosas a mejorar, y damos por supuesto que lo bueno ya lo saben?

Compro también otra idea que nos expone. Las personas somos como una moneda, con una cara y una cruz. Cuanto más valoramos la cara, menos importancia tiene la cruz. Me parece un talante (y me apropio del talismán de ZP) positivo que brilla normalmente por su ausencia en nuestro día a día.

Si somos capaces de ensalzar y tener en cuenta lo bueno que tienen las personas de nuestro alrededor, especialmente a las que queremos, nos será más fácil vencer sus defectos. La cruz se desvanece ensalzando la cara.

Buscar lo que nos aportan "nuestros queridos", y transmitírselo tendría que ser un modo de relacionarnos fácil, habitual, y sinceramente….parece una Odissea en el Espacio!!.

No es verbalmente la única manera de hacer llegar los halagos, ni de ser emotivo con el de al lado. Un gesto, un detalle, pueden ser igual de válidos y de explícitos para ayudar y hacer crecer la relación que tienes con esa persona. Y además, motivamos al de al lado para seguir siendo mejor, porque los halagos verdaderos mejora la autoestima de quien los recibe.

A veces me pone bajita que personas a las que adoro y con las que me gusta estar, se aíslan en sus mundos y desaparecen. Cuesta, a veces, mantener en alza la multitud de características buenas que tienen, más que nada, porque la distancia las hace olvidar.
Espero habérselas dicho, pero de todas formas las tendré en cuenta para, en estos momentos, hacer saltar la cara de su moneda.

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