lunes, 9 de junio de 2008

PERDONAR para PASAR PÁGINA


No creo que se pueda vivir la vida sin saber pedir perdón, y quizás, más difícil todavía, sin saber perdonar.
De esa manera, hay muchos momentos que uno no los vive, sólo “los pasa”.

Nuestro día a día está lleno de pequeñas situaciones en los que un simple “perdona” ayuda a suavizar el stress y agresividad que, acumulados por las cargas de trabajo y tensiones emocionales a las que la mayoría de nosotros estamos expuestas, pagamos con personas cercanas.
Pero “esos perdones”, que son primordiales para que la vida sea más amable con los que nos rodean, y consecuentemente, con nosotros mismo, son hasta cierto punto fáciles de emitir, y por supuesto, de asumir.

Pero hay veces que en la vida nos EQUIVOCAMOS, con mayúsculas. Cometemos errores en decisiones, o quizás en la formas, objetivamente importantes (y no quiero entrar en el relativismo, que por supuesto, siempre es necesario) porque afectan con fuerza a terceros, porque cambian la vida de personas que podemos querer mucho, pero que en ese momento, herimos.
A veces sin darnos cuenta. A veces dejándonos llevar por nuestro egoísmo y desprendiendo una frialdad aterradora, necesaria para poder llevarlas a cabo. A veces, simplemente, porque la vida tiene esas cosas. Es lo que hay.

Y ese acto se complica. Porque su efecto trae consecuencias que, tal vez, a lo mejor ni te esperabas, o que aún así, decides asumir. Y ese acto que llevaste acabo, con los años se convierte en esa inmensa bola de nieve que, poco a poco, con lentitud, va destruyendo momentos futuros.
Y no se puede volver atrás, pero sí que es necesario seguir para delante. Y para conseguirlo se requiere tanto la manifestación de responsabilidad de quien erró, como la capacidad de esos terceros que fueron afectados, para saber perdonar y poder dejar de ser afectados.

El perdón no es ”propiedad” de la religión católica, pero los que nos identificamos con ella si tenemos “el deber” de asumirlo como elemento esencial de nuestros valores. Y a veces, nos olvidamos de ellos.

“No perdonaré nunca lo que hizo”. Sinceramente, no sé que aporta esa actitud. No sé cual es el sentido de esa decisión. Por supuesto que las heridas necesitan tiempo para cicatrizarse, pero para que se curen, hay que pasar página. Y para ello, una vez asumida la distancia necesaria, hay que perdonar.

No sé hasta qué punto es engañosa la frase “perdono pero no olvido”. No sé si es Olvidar lo que hay hacer además de perdonar. Quizás el no olvidar sólo sirve para saber a qué distancia quieres a esa persona de tu día a día, en qué círculo de tu vida la quieres situar, pero lo que creo imprescindible es que, se olvide o no, o se perdona, o el dolor no se supera.
Susan Sarandon, en el papel de Hermana Elena en Pena de Muerte, le dice a Sean Penn que no debe odiar. Él le dice que él no tiene “esa clase de fe”. Y ella dice: “No es fe, es trabajo, y del duro”.

Tal vez no odiamos, pero no perdonamos. Y así muchos ratos no se viven, se malviven. Y no se puede criticar el egoísmo de quien erró, si luego nosotros actuamos igual. Porque ese No Perdón, puede traer las mismas consecuencias en esos terceros, que esa bola gigante de nieve que se formó, quizás, con ese primer error.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

QUE GRANDE ERES PEQUEÑA!!!SIGUE ASI......MOLT PERO QUE MOLT BE....

Anónimo dijo...

Brutal reflexión.
Me has dejado sin palabras. Me la quedo para digerirla adecuadamente.

Javier

Pita dijo...

Me alegro que os haya gustado. Creo que hay veces que hay que parar y pensar por qué reaccionamos de determinada forma. No es fácil.