martes, 17 de junio de 2008

Y tú...¿CÓMO TE LLAMAS?

Dicen los viajeros acérrimos que recorren el mundo por eso, para ser otros en diferentes escenarios. El fracaso de un viaje es cuando no se produce cambio alguno. Cuando ni si quiera tu nombre y tu apellido varían al ser pronunciados. Son los demás, al fin, quienes nos cambian. Quienes nos nombran.

Así finaliza un artículo de Soledad Puértolas, publicado en el Magazine de La Vanguardia hace unas semanas. El título: Cambiar de Nombre. La autora nos explica cómo, esperando en una consulta, la invitaron a pasar llamándola Marisol. En ese momento, y mientras fue Marisol, fue una persona totalmente distinta. Debido a la brevedad de la experiencia, no fue capaz de conocerse demasiado, pero bajo ese nombre, se sintió más cerca del mundo, más natural. Y a pesar de no adoptarlo para siempre a partir de entonces, porque su Pepito Grillo le recordaba que a su madre nunca le había gustado, ser Marisol le permitió descansar un poco de sí misma, sentir alivio.

La entendí perfectamente. Siempre me ha parecido muy curiosa la influencia del nombre en nuestra vida. Y no hablo de las Dolores, Angustias, Remedios o Milagros. No. Hablo de la influencia del nombre simplemente por el hecho de enmarcarnos en una determinada personalidad.

Desde bebé, y gracias a dios porque mi nombre del bautizo me gusta poco, respondo a un apodo que ha adoptado, y sigue adoptando, muchas variantes. Combinaciones de cuatro letras reformadas a doquier: diminutivos, abreviaciones, extensiones con guiones. Normalmente, siempre afectivas y que me hacen sonreir. Dichas variaciones marcan una cierta intimidad con quien te llama, te adentran en una faceta de tu yo que no es la “modus operandi”, sellan el tono determinado con el que se va a desarrollar la conversación, e incluso la relación con esa persona. No a cualquiera le permites que te desdoble en “otros tú”.

Son los demás quienes nos cambian.Quienes nos nombran.

Personalmente, no acaba aquí mi despliegues de personalidad. Por voluntad propia, o voluntad de otros, he respondido también a variaciones de mi nombre real que me ha permitido jugar a ser “otra”. En mi vida yankee fui, por unos meses, Just Maria, en los veranos británicos mis familias me adoptaban con más facilidad llamándome Angels o Angie. Un Robin Hood que pasó por mi vida me convirtió en Marian, con fuerza en la primera “a”, confiriendo así un tono épico al episodio que vivimos, y durante dos larguísimos años fui una Mari Angels sin jornada intensiva que trabajaba de forma asocial.

Al margen del entretenimiento que conlleva, adoptar nuevos “títulos” permite tanto jugar papeles irreales por un período de tiempo, como no identificarnos con ciertos momentos de nuestra vida. Nos distanciamos de nuestro yo para poder desarrollar otras facetas, nos escapamos de ese DNI que determina nuestro día a día.

Cada nombre nos coloca de una manera diferente respecto a los otros, en un espacio en el que nos sentimos más o menos cómodo. La forma del nombre con la que nos presentamos nos desnuda, o levanta una barrera con el de enfrente. “Hola, yo soy Mª Angeles”, probablemente haya nacido una relación cordial y formal, pero no llegaremos a conocernos.

En La Importancia de Llamarse Ernesto, Oscar Wilde creaba un divertido cruce de personalidades, en el que su personaje Juan Worthing adopta el nombre de Ernesto para poder llevar una vida de vino y rosas en Londres, lejana al formalismo del campo.

Hace algún tiempo unos Amigos_Guapos me confirieron otra variante más de mi nombre para poder desarrollar mi faceta narrativa. Lo adopté entre risas y expectativas. En menos de dos años se ha constituido como otra parte más de mí, que me permite determinadas licencias y me entretiene.

Quizás no hace falta moverse para poder viajar, quizás una simple alteración de nuestro nombre nos permite trasladarnos como alguien diferente a nuevos escenarios, donde presentarnos como protagonistas de un nuevo papel, o quizás, simplemente, ese nuevo nombre entra a ser un poquito más de nosotros, marcando una relación especial con quien nos llama.

Son los demás quienes nos cambian. Quienes nos nombran

No hay comentarios: